miércoles, junio 2

Los sentidos

Howard Bloom, profesor en la Univ. de Nueva York


Howard Bloom explica como las personas percibimos el mundo que nos rodea a través de los cinco sentidos. Estos receptores transmiten la información a nuestro cerebro mediante impulsos eléctricos. Sin embargo, la percepción sensorial también viene determinada en gran medida por la cultura.


Fecha de la entrevista: 2003-02-09
Lugar de la entrevista: Nueva York, casa de Howard Bloom

Howard Bloom es profesor visitante en la Universidad de Nueva York. Ha fundado el proyecto Internacional de Paleopsicología para analizar las emociones, la percepción y la socialización desde el Big Bang hasta la actualidad; ideas que expone en su último libro: Global Brain.

Eduard Punset:

Los sentidos humanos. La gente habla de una invasión de los sentidos, y yo no sé qué significa: si quieren decir que la racionalidad está en horas bajas y todo se confía a los sentidos, o si es al revés -como creo que tú dijiste-, que los sentidos han sido invadidos por una especie de subculturas y de cerebro global que ha irrumpido en ellos. ¿Qué está sucediendo con los sentidos?

Howard Bloom:

Bueno, la opinión más común hoy en día es que los sentidos han sido secuestrados. La opinión actual es la posterior a Foucault. En los años sesenta, Foucault nos explicó que todo aquello de que disfrutamos, todo lo que nos hace sentir positivos, todo lo que percibimos, ha sido manipulado, en nuestro mundo actual, por alguna fuerza oscura y demoníaca. Y esa fuerza oscura y demoníaca utiliza nuestros sentidos para succionar todo lo que hay debajo de nosotros. Así, los sentidos no existen. En el laboratorio nosotros queremos estudiar los sentidos y los tropismos de las bacterias y queremos estudiar la sensibilidad de las bacterias: por ejemplo, si la bacteria responde a la corriente, si la bacteria responde al calcio, si busca un aumento de potasio, cuántas moléculas sensitivas diferentes hay.

EP:

Y hay muchas.

HB:

Sí, hay muchas. Y tú me preguntarás: ¿cómo es eso? ¿Cómo consigue una bacteria tener tanta riqueza sensorial en su mundo? ¿Realmente tiene una experiencia sensible de su mundo tan rica? Sí, en cierto sentido la tiene: es sensible a muchísimos factores simultáneamente, más de lo que podemos creer. Pero en otro sentido, no la tiene. ¿Por qué? Porque no es consciente de nada de lo que le llega a través de sus sentidos. Cuando hablamos de los sentidos, hablamos del hecho de que cuando yo veo tu rostro lo registro. Si fuéramos a hablar en los términos que usan los científicos en el laboratorio, diríamos: mis sensores visuales responden a los fotones que llegan de tu rostro. Y entonces, claro está, pasan por un proceso que sería demasiado complicado de explicar ahora mismo. Pero es un proceso en el que se produce una competición entre los receptores del iris por capturar toda la luz y conseguir el control, de manera que esa luz sea percibida por el ojo mismo, por recoger la percepción procedente de millones de estos sensores que luchan entre sí por los fotones y por la capacidad de enviar un mensaje, para después enviar de vuelta el mensaje a una fuente que condensa esa enorme cantidad de información en una pequeña porción de código y transmitir dicho código hacia el canal neuronal superior hasta el cerebro, donde todo ello se descomprime y reinterpreta de nuevo. Bueno, eso es lo que diríamos. Pero el hecho es que cuando miro tu rostro, registro tus emociones.

EP:

Pero Howard, he visto a bacterias que iban en esta dirección, y de repente en algún sitio hay un campo magnético y las bacterias giran como si fueran conscientes. Es muy difícil negarle a una bacteria la conciencia ¿no?

HB:

Sí, es difícil. Mi amigo Eschel Ben Jacob, que es jefe del Departamento de Física en la Universidad de Tel Aviv, y que ha hecho algunas de las investigaciones más remarcables en bacterias sobre la faz de la tierra, ha escrito un artículo diciendo que las bacterias son conscientes. Presenta un conjunto de cinco factores que definen la conciencia a su entender, y en consecuencia pueden ser aplicados a las bacterias. Y dice que las bacterias son conscientes. Tengo una amiga bióloga, Elizabeth Satoris, que es algo así como una mística, y cree que todo en el universo posee conciencia ¿Por qué? Porque la conciencia fue lo primero que apareció en el cosmos. Yo creo que la conciencia es algo muy peculiar que todavía no sabemos como definir, puesto que aún estamos en la edad de piedra respecto a la comprensión de en qué consiste la conciencia. Pero una cosa sí sabemos, y esto es realmente importante: la conciencia que percibe un cosmos entero a nuestro alrededor, y la que percibe el microcosmos en el que nosotros vivimos, es una facultad extremadamente importante. Yo creo que es algo fabuloso, algo que sólo los humanos poseemos; sólo los humanos podemos imaginar galaxias; yo creo que sólo los humanos somos capaces de excavar hasta encontrar bacterias; creo que tenemos una responsabilidad inmensa. Pero, ¿cómo se relaciona esto con nuestros sentidos? Básicamente no sabemos si somos los únicos que compartimos qualia. Qualia significa la experiencia subjetiva de todos estos sensores. Lo que sabemos es que tenemos la experiencia subjetiva de, tal vez, una diezmilésima de todo el proceso sensorial que se da en nuestro cuerpo en cada minuto en que podemos existir.

Para Bloom el cerebro es donde se procesan los sentidos de los que tenemos
consciencia siguiendo procedimientos muy complejos. (Fuente: smartplanet)

EP:

Sin embargo, tú siempre afirmas, a nivel del cuerpo y a nivel micro, que a pesar de toda esta información todavía no nos basta, y que llegamos a formas extracraneales de recoger información.

HB:

Tú y yo somos parte de una comunidad mucho mayor. Nuestros sentidos no son sólo cosas individuales, si no que son lo que nos ata a otros seres humanos. Cuando un bebe nace, en su primer día de vida ya tiene los sentidos dirigidos hacia la búsqueda de ojos, ojos que le presten atención, que estén dirigidos hacia él. Si hay un rostro cuyos ojos no se dirigen hacia él, no le prestará mucha atención; un rostro que esté orientado, totalmente dirigido hacia él, y concentrado emocionalmente en él, ese es el rostro en el se fijará. El cerebro empieza a cambiar seis meses más tarde. Al principio, el bebé es capaz de entender los sonidos de cualquier lengua que existe en el planeta. A lo largo de unos seis meses el cerebro del bebé cambia y si tú sólo le hablas en castellano, al final de esos seis meses será capaz de oír las sílabas del castellano pero no las sílabas del chino mandarín y posiblemente tampoco las del inglés, ni las de los kaseng, que hacen chasquear su lengua de una forma extraña que ni tú ni yo sabríamos hacer. Y en esos seis meses sucede otra cosa extraña con respecto a los sentidos: el bebé se concentra mucho en los rostros. Los rostros son para él lo más importante; si le enseñamos fotografías de chinos o negros y de chimpancés, a los seis meses será capaz de decirnos la diferencia entre ellos. Será capaz de decirnos la diferencia entre un oriental, un asiático y otro, y también la diferencia entre una persona negra y otra. Pero si todo lo que le enseñamos son rostros de blancos, y nunca llega a ver los de chinos y chimpancés, a los seis meses todos los rostros de chimpancés le parecerán iguales, y también todos los rostros chinos.

EP:

Lo que sugieres, Howard, es que la cultura –presentarle solamente blancos o presentarle negros, o sólo orientales– modulará de una forma segura a los sentidos.

HB:

Modelará el cerebro.

EP:

Modelará el cerebro y los sentidos.

HB:

Sí. Porque el cerebro, que es donde se procesan todos los sentidos siguiendo procedimientos muy complejos, es la reina de aquellos sentidos de los que tenemos conciencia –hay muchísimos sentidos que actúan en nuestro interior y de los que no somos conscientes. Nacemos con el doble de células que necesitamos, y durante el curso de los primeros años de nuestra vida el 50% de las células se pierden. Es como Miguel Ángel, que solía dar vueltas alrededor de un bloque de mármol intentando ver la forma que dicho bloque contenía potencialmente, y luego pasaba tres años de su vida destruyendo, eliminando el mármol para obtener la forma. El cerebro también es así: tiene este exceso que hay que eliminar, y es la cultura lo que determina qué se irá y qué se quedará. Es la cultura la que determina lo que veremos y lo que no durante el resto de nuestras vidas. Pero el hecho de que la cultura tenga tanta influencia tiene mucho que ver con que nos concentremos tanto en los rostros. Porque lo que pensamos de nuestros sentidos también lo pensamos de nuestra capacidad para ver un cuadrado o un triángulo: ese es el tipo de cosas que se experimentan en el laboratorio, pero no es eso para lo que estamos construidos: aquello para lo que estamos construidos es para buscar a los demás, y para buscar una relación con los demás; eso es algo tan intenso como pueda humanamente serlo.

“Estamos descubriendo que hay todo un conjunto de sentidos de los que no tenemos consciencia.” (Fuente: smartplanet)

EP:

Nos hemos concentrado en los rostros, en la vista ¿y los otros sentidos?

HB:

Bueno, aquí hay otra cuestión. Estamos empezando a saber que hay todo un conjunto de sentidos, que podríamos llamar sentidos ciegos. Estos no son los sentidos increíblemente ricos que posee cada célula –de los que hablábamos antes-, son algo muy diferente. Rama Chandra, alguien cuyo trabajo ya conoces, empezó a balbucear incoherentemente – al menos por lo que a mí respecta – acerca de la vista ciega hace unos cinco o seis años. Yo no vi la importancia de su trabajo. La vista ciega es lo siguiente: cogemos a una persona que sea ciega y la traemos a esta habitación; esta habitación es un lugar muy complejo, resulta difícil caminar por aquí sin tirar cosas al suelo o tropezar con algo; sin embargo muchas personas que son totalmente ciegas pueden saber por dónde hay que andar en la habitación. No pueden ver nada, pero de alguna manera son capaces de navegar por la habitación ¿Por qué? Porque el 90% del material que entra en los ojos se dirige hacia las partes conscientes del cerebro; pero el 10% va aquí abajo, a la base del cerebro; y jamás se preocupa de presentarse aquí arriba, en el reino de la conciencia, en absoluto. Simplemente se da a conocer a algo que está aquí abajo y que es tan primitivo que parece ridículo: algo que ha quedado de un pasado animal remotísimo. Pero es una parte del cerebro que sirve a la navegación. Por tanto, hay una visión que no vemos; hay una visión que no experimentamos subjetivamente.

EP:

Básicamente dices que las personas son exploradoras, que son curiosas, que quieren descubrir dónde se encuentra el placer…

HB:

Una de las cosas que sé que te interesan es el problema de la motivación. Y la idea estándar acerca de lo que nos motiva es el dolor y el placer. Estas son nociones mecánicas que muestran muy poca comprensión de lo que realmente somos en tanto seres humanos…

EP:

Bueno vienen del gorila. Ya sabes, cuando uno habla con los cuidadores de gorilas, te dicen que lo que más les gusta es la comida, el sexo…

HB:

Sí, pero ellos observan a los gorilas fuera de contexto. Cuando Diane Fossey fue a ver a los gorilas ¿qué querían realmente los gorilas? Los machos no sólo quieren sexo, quieren un harén de hembras, quieren estar rodeados de 6 ó 7 hijos, sentir que controlan a todo un grupo social. Eso es el placer: el placer es ser el centro de todas las miradas. Ya hemos hablado de la importancia de los ojos; la primera cosa de que somos conscientes en la infancia consiste en mirar a los ojos que se fijan en ti; nos alimentamos de la atención de otros seres humanos, de ojos que se dirigen a nosotros. El gorila está más interesado en su estatus dentro del grupo, en si se le mira con admiración, en si consigue su comida…

EP:

Si obtiene reconocimiento por parte de los demás.

HB:

Así es. De manera que lo que nos motiva no es un placer o un dolor abstracto, lo que nos atrae es el placer de tener todas las miradas puestas sobre nosotros, observándonos con admiración. Viéndonos como superiores, no como inferiores. Vernos como inferiores es algo doloroso, retirarnos la mirada, o no mirarnos en absoluto es el mayor dolor de todos. Así una de las cosas que los humanos tienden a pasar por alto, y especialmente los científicos, es el valor de algunas cosas naturales como la inseguridad. La inseguridad es una de las emociones humanas menos exploradas y menos entendidas y, sin embargo, tú y yo pasamos por ella 7 u 8 veces todos los días. Al menos 7 u 8 veces al día nos sentimos muy inseguros de lo que hacemos; no queremos admitirlo, no queremos que nadie lo note, pero el hecho es que por dentro estamos temblando por algo que hemos decidido hacer y por cómo lo recibirán los demás. Ese es nuestro placer y nuestro dolor ¿Cuál es el valor de la inseguridad? Rodolfo Llinás dice que el cerebro es un órgano que está encerrado en lo oscuro del cráneo, en una catedral oscura y sin ventanas. Pero Rodolfo Llinás se equivoca, porque el cerebro está construido como un conector social, como un componente dentro un gran entramado: ese tipo de entramado pensante del que hablábamos antes como los ordenadores, los procesadores distribuidos, los supercomputadores y los babuinos… El cerebro es muy extraño. Está construido para salir de sí mismo.

“El cerebro está motivado para salir al exterior.” (Fuente: smartplanet)

EP:

¿No te parece una paradoja que ese cerebro, que tiene receptores en todas las partes del cuerpo para sentir, si lo pinchas, o si coges una cuchara o un cuchillo y lo clavas no siente nada? El cerebro no tiene sensaciones.

HB:

No tiene sensaciones, pero habrás cambiado lo que le queda de vida si le clavas una cuchara a ese cerebro: porque dañarás y cambiarás el equilibrio de un montón de elementos que están constantemente interactuando unos con otros, y que a fin de resolver sus diferencias tienen que salir al exterior, están motivados para salir al exterior. Ese cerebro que era un objeto muerto la semana pasada, en su contexto de vida está construido para salir al exterior. Esto es lo que sucede: te peleas con tu novia, o tomas una decisión en la oficina acerca de la que te sientes inseguro. O te han atacado por una decisión que has tomado, y esto te pone muy alterado y ahí es donde golpea la inseguridad ¿qué tienes que hacer para resolver tu inseguridad? Teóricamente la inseguridad se sitúa aquí, en el sistema límbico, especialmente en la amígdala. Y en teoría, todo lo que hay que hacer es ir aquí arriba donde está el cerebro del habla y hacer que éste calme a la amígdala. Y es una distancia muy corta: sólo tres pulgadas, no representa ningún problema, pero no es así como se resuelve. Si te sientes muy inseguro llamas a un amigo, a un amigo que vive en Tokio…

EP:

En lugar de hablarle a la amígdala.

HB:

Sí, o llamas a un amigo que vive en Barcelona, o llamas a un amigo en París y le dices: Rodolfo tengo este problema, y le explicas todo el problema… Cuando le explicas tu problema a Rodolfo, Rodolfo absorbe una pequeña parte de la información lo que hace que mire a su propio mundo de una manera ligeramente diferente; tú has añadido tu paquete de información que ha surgido de tu inseguridad al cerebro global. Lo has inyectado dentro de este enorme guiso. Porque Rodolfo le va a hablar a otras 60 personas a lo largo de las próximas dos semanas, y tus problemas estarán en su pensamiento, y él hará que el resto del grupo procese esos problemas. Entonces ¿qué eres tú? Eres una antena de la mente del grupo, y necesitas del soporte, del apoyo de la mente del grupo.

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