Tomatis descubrió que el feto escucha a partir del cuarto mes y medio de gestación y escucha principalmente la voz de su madre. A partir de allí el bebé comienza a entablar el vínculo comunicacional con su madre. Se comienza a estructurar el deseo de escuchar, de continuar en contacto, de seguir recibiendo el alimento emocional: el deseo de vivir. La voz de la madre, su música y su ritmo contienen todas las estructuras lingüísticas sobre las cuales se va a acoplar el lenguaje hablado.
El feto escucha la voz de la madre de una manera especial, es decir, con gran predominio de frecuencias agudas. Tomatis y sus colaboradores llegaron a establecer con exactitud la manera como escucha el feto. La vibración de la voz baja por la columna vertebral y hace resonar los huesos de la cadera, como la caja de un violonchelo. El feto, que tiene su oído inmerso en el líquido amniótico, recibe la vibración directamente en su oído interno. Y luego, en la medida que el feto va creciendo y desea escuchar mejor la voz de su madre, va a buscar un mejor contacto de la cabeza con los huesos de la pelvis. De esta manera, dice Tomatis, el feto orienta su encaje hacia la posición cefálica de salida.
Oído, lenguaje y aprendizaje
Por el oído pasa todo el lenguaje hablado. Y hablar bien implica usar en forma adecuada nuestro instrumento cuerpo. Es decir, alcanzar una correcta especialización de los hemisferios y de los lados de nuestro cuerpo (lateralización motora y sensorial); haber alcanzado a controlar la verticalidad y poseer una correcta imagen del cuerpo. El deseo de comunicar es el promotor de estos procesos madurativos. Si por alguna razón falla el aparato sensorial, sus integradores neurológicos van a encontrar dificultad para desarrollarse, madurar y alcanzar su máxima eficiencia.
Leer y escribir son habilidades dependientes del lenguaje hablado. La escritura es la grabadora de sonidos más antigua que ha inventado el hombre y la lectura no es más que la otra cara de la moneda. Es saber reproducir los sonidos que corresponden a los signos escritos (fonemas). Si el niño tiene dificultades para hablar es porque tiene dificultades para escuchar y tendrá por consiguiente dificultades para leer y escribir. ¿Cómo podría reproducir un sonido que no ha escuchado nunca correctamente? Sólo podrá avanzar por aproximaciones, por tentativas, con gran esfuerzo intelectual hasta que un día quedará convencido, que haga lo que haga, siempre volverá a cometer las mismas faltas.
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