En los años sesenta Bonnie Bainbridge Cohen, terapeuta ocupacional y bailarina, inició junto a un grupo de bailarines en EEUU, una investigación sobre la conexión entre el cuerpo, la mente y el movimiento. Mediante exploraciones sobre cada sistema fisiológico del cuerpo: respiratorio, circulatorio, digestivo, nervioso, etc. Cohen y sus colaboradores encontraron relaciones con las distintas cualidades mentales que iban surgiendo.
Según Cohen la experiencia sucede primero en la célula (unidad mínima básica de vida), luego el sistema nervioso recibe y coordina la comunicación entre las células. Esta comunicación es química y sucede principalmente a través de fluidos. Como todo en la naturaleza el sistema nervioso está diseñado para funcionar con patrones y entre ellos están los patrones neurológicos básicos. Ellos repiten en la historia de una persona la secuencia de la evolución de las especies. Cada patrón nos permite relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con el espacio de una manera particular. Existen innumerables patrones pero no están accesibles a la conciencia hasta que los hacemos. Si el cuerpo es el instrumento a través del cual la mente se expresa, cuantos más caminos neurológicos se abran más fácil será expresar lo multifacético del ser y cuánta más integración haya, más amplias y profundas van a ser las posibilidades de expresión y comprensión.
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