Ojos y Visión
Seguro que siempre habéis pensado que viendo un 100% de Agudeza Visual la visión funciona correctamente.
Pues no es así.
Una buena visión es más que simplemente ver algo claro.
El niño puede ver perfectamente la pizarra, la televisión, un cartel en la calle, un libro o un dibujo, pero no rendir bien en el colegio o no aguantar leyendo más de un párrafo, o no entender lo que lee aunque lo vea perfectamente.
Para rendir de manera adecuada en nuestras actividades diarias, es necesario que nuestros sistemas sensoriales FUNCIONEN bien, de forma aislada y relacionados unos con otros.
Así, cuando nuestros sentidos reciben información del entorno, deben cumplirse 3 condiciones:
* Los órganos responsables de los sentidos deben estar sanos y completamente desarrollados, para RECIBIR bien la información del entorno.
* Después, dicha información procedente de cada sentido, llega al cerebro, y allí, conjuntamente, es PROCESADA para ser identificada, reconocida, discriminada, memorizada, etc.
* Finalmente, el cerebro tiene que crear una RESPUESTA acertada y oportuna.
Cualquier fallo en cualquiera de estos pasos, altera todo el proceso.
Por tanto, para rendir bien visualmente, no sólo es importante, que los ojos y la vía visual estén sanos, sino que la información sea procesada en las distintas áreas del cerebro y saber qué hacer con dicha información para responder de la manera correcta.
Por tanto, ya véis que hay que cambiar la idea que se tiene de una BUENA VISIÓN.
Cuando nacemos nuestro sistema visual no está completamente desarrollado. Nuestros ojos son realmente “una prolongación de nuestro cerebro”, por tanto, forma parte del sistema nervioso central, y éste al nacer tampoco está totalmente desarrollado.
Por un lado, el bebé cuando nace tiene su visión limitada a su entorno más próximo (sus manitas, la cara de mamá cuando se acerca, sus pies,…); no va a mirar nada más allá de 1 metro, a no ser que dicho objeto tenga sonido. Poco a poco este campo de visión se va abriendo y va viendo cada vez más lejos; hasta la edad de 1 ó 2 años cuando puedes enseñarle al niño algo lejano que él lo va a mirar y seguir si está en movimiento.
Como el ojo al nacer no está maduro, provoca una cadena secuencial de estructuras oculares y funciones visuales sin desarrollar:
Su desarrollo se producirá en esta misma secuencia, por tanto, si una estructura o función no se desarrolla correctamente, provocará que la siguiente función no lo haga tampoco. Creando problemas de baja agudeza visual, de lecto-escritura, de procesamiento de la información visual (PERCEPCIÓN VISUAL), comprensión lectora, etc.
Cuando un niño comienza su etapa escolar, a los 6 años, no sólo necesita tener una buena visión y un sistema visual eficaz, sino también debe de ser capaz de reconocer lo que ve y de interpretarlo asociándolo a experiencias anteriores. Se deben desarrollar unas habilidades perceptuales más complejas necesarias para el aprendizaje. Si todo este proceso no se realiza correctamente, el niño no podrá satisfacer la demanda escolar exigida.
Por otro lado, al ser nuestro sistema visual una parte de la maquinaria que constituye el cerebro, los desarrollos visual y neurológico están directamente relacionados. Me explico.
Cuando un niño nace, sus reflejos primitivos o infantiles controlan sus movimientos y acciones. No hace nada de forma consciente y voluntaria. Estos reflejos se van integrando, en el primer año de vida, de forma natural según el cerebro va madurando. A su vez, esto permite que se produzca el desarrollo motor grueso y fino del niño, dando lugar a sus acciones motoras voluntarias y controladas. Al mismo tiempo que todo esto ocurre, la visión se va desarrollando. Por ejemplo, mientras el niño gatea, su sistema visual está aprendiendo a controlar su enfoque a distancia cercana cuando mira sus manos en el suelo o sus rodillas, y a distancia lejana cuando mira hacia dónde quiere llegar gateando. Está constantemente cambiando su enfoque a distintas distancias (ve un objeto, se acerca, lo coge, lo mira, lo deja, sigue gateando,…). Por ello, la etapa del gateo es tan importante en el desarrollo visual.
En consecuencia, los desarrollos visual, neurológico y motor están directamente relacionados, y una alteración en cualquiera de ellos, alterará el desarrollo de los otros dos.
Mientras dormimos, nuestro cuerpo descansa, pero no nuestro cerebro.
Un equipo de científicos de la Universidad de Pennsylvania, en EEUU, descubrió que la mejor manera de almacenar información en el cerebro es dormir un par de horas después de aprender algo nuevo.
Esto deberíamos contárselo a los estudiantes que actualmente pasan horas y horas estudiando, para dar el último empujón del curso, y que no duermen lo suficiente las noches anteriores a los exámenes.
Cuando aprendemos algo, se producen unas conexiones neuronales en diferentes áreas del cerebro, sobre todo en una llamada HIPOCAMPO, responsable del aprendizaje y de la memoria a corto plazo. Pero para convertir esta memoria en una a largo plazo, es necesario que estas conexiones se refuercen. Y para que esto ocurra el sueño juega un papel “reorganizador” muy importante.
Cuando dormimos se observa una actividad eléctrica en el cerebro que genera 2 tipos de ondas con distinta velocidad. Por una lado, unas ondas lentas que dominan en las primeras horas de sueño y es lo que llamamos el “sueño profundo”. Y por otro lado, unas ondas rápidas y desorganizadas que se intercalan en las ondas lentas, y se caracterizan porque debajo de los párpados se puede observar cómo los ojos se mueven rítmica y rápidamente de lado a lado. Esto se llama sueño REM (Rapid Eye Movement) y coinciden con el momento en el que soñamos.
Cuando nos encontramos en el ciclo de “sueño profundo” y por cualquier motivo, nos despertamos bruscamente, tardamos mucho más en reaccionar y estamos como atontados, porque nuestro cerebro está “concentrado” en fijar el aprendizaje que hemos adquirido durante el día.
La sofrología es una disciplina científica que aprovecha los estados crepusculares de la conciencia (al despertar y al dormir), para influir directamente sobre el inconsciente, de forma que el primer pensamiento de la mañana tiende a quedarse en la mente todo el día; y lo mismo ocurre cuando nos vamos a dormir por la noche, que el último pensamiento tiende a quedarse “dando vueltas en nuestra cabeza” durante todo el sueño.
En una investigación con humanos se descubrió que, en un experimento en el que debían aprender ciertas tareas, las áreas cerebrales que se activaban cuando dormían y cuando no, eran diferentes. De forma que tras dormir, las personas eran capaces de reproducir mejor lo aprendido.
Matthew Walker del Beth Israel Deaconess Medical Center explicaba que el CEREBELO (uno de los centros motores del cerebro que controlan el movimiento corporal, el equilibrio, la velocidad o la precisión cuando estamos despiertos) está muy activo durante el sueño; y que otras áreas del cerebro implicadas en las emociones (estrés o ansiedad) (AMIGADALA Y CORTEX PREFRONTAL) tienen una actividad menor. Por tanto, “es como si al dormir «estuviésemos cambiando de sitio lo aprendido para almacenarlo en regiones más seguras, y que al sacarlo pudiera ser practicado mejor y con menos ansiedad». El resultado es que este tipo de tareas se vuelven más automatizadas y para ser realizadas requieren el uso de menos regiones conscientes del cerebro"(en esto se basa la TERAPIA VISUAL, en automatizar tareas visuales que ya debían de estar automatizadas y que realizandose de forma inconsciente requieren menos esfuerzo).
Esto explicaría el motivo por el cual los niños y sobre todo los más pequeños necesitan dormir tanto: «El sueño parece jugar un papel clave en el desarrollo humano», dice Walker. «A los 12 meses los niños están en un estado casi constante de aprendizaje motor, coordinando sus extremidades y dedos en infinidad de rutinas. Tienen muchísimo que consolidar, y por tanto, este intenso período de aprendizaje necesita mucho sueño».
Los niños normalmente no tienen problema de sueño, pero sí está comprobado que aquellos que no descansan bien por la noche y están inquietos y alterados, manifiestan más problemas en el aprendizaje.
Por esto, a veces se recomienda no olvidar examinar el sueño en aquellos niños con dificultades para aprender.
En conclusión, a cualquier edad, incluso en edad adulta, se producen conexiones nuevas en nuestro cerebro, debido a su gran plasticidad, y el sueño favorece el asentamiento de dicho aprendizaje.
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